Verdades que no producen nada // Diego Valeriano.



Baja del Sarmiento y encara para Rivadavia, camina con su carrito hasta que se detiene e instala. Sonríe para adentro, mira hacia ambos lados, infla su espíritu. Siente un profundo regocijo de haber llegado allí donde está. El placer de la conquista. Tira la manta y acomoda las medias. Conquista, por poco que sea, un pedazo de verdad. Entra en la verdad.

Militantes, filósofos, pensadores, docentes, periodistas, abogados, psicopedagogos, psicólogos, pobres escritores de blogs no pueden con la verdad e intentan impedir que alguien pueda. Dominan los conceptos, traicionan, kiosquean... No tienen una idea. Tener una idea es muy difícil, pero ellos jamás podrán tenerla: su autocomplacencia y estatus se lo impiden.

La verdad le es intragable, le duele para dormirse. Por eso antes de conciliar el sueño quiere soñar que hace un viaje, que es una bailarina, una actriz, una cantante, una princesa que mata al rey. No quiere que le duela tanto el asco que le da. Evita, todo lo que puede, las pasiones tristes y vive con alegría su máxima potencia. Sabe que tiene que huir de la trabajadora social, del psicólogo, de la secretaria del juzgado y hasta de las flacas del centro comunitario. Ya no quiere que exploten la resignación, la culpabilidad, la mala conciencia y todos los afectos tristes de ser y sentirse abusada. Nadie le va a impedir que haga lo que pueda. Ya no.

Los hombres están en un estado de deuda infinito, por eso desprecian, minimizan o idealizan las vidas runflas. Lo Político y Social es tan superfluo que aburre. No hay ideas ni verdad. Nadie quiere ya conquistar algo que alegre o lastime. ¿Cómo se puede vivir una vida sin atrapar un pedacito de verdad?

Vivir es ante todo deambular por la ciudad, ir de un punto a otro. Eso es la vida. En un viaje infinito, un loco le dijo que un pensamiento que se ocupa de evitar equivocaciones, dice verdades que no producen nada. Ideas indignas, ingratas de ser pensadas. Viaje, fiesta y consumo para liberarse de verdades infames, para tentar suerte con aperturas posibles, alegres y potentes del pensamiento y la vida. 


Viaje, fiesta y consumo; regocijo de haber llegado ahí donde se está.